Es imposible señalar aquí ni siquiera lo más importante de la ciencia andalusí en estas materias. En lugar de describir sucintamente la vida y obra de los sabios más destacados de al-Ándalus, con lo cual no aportaríamos seguramente nada nuevo que no pueda encontrarse en cientos de páginas de internet, vamos a optar por otro enfoque que consideramos más útil. Haremos una recopilación de un gran número de personajes, contando de ellos sólo lo necesario para despertar el interés de los curiosos; y el que quiera saber más sobre ellos que busque con Google o en las enciclopedias.
Los musulmanes que invaden Spania a principios del s. VIII no son sabios ni científicos, y poseían unas nociones más o menos simples sobre materias técnicas, que serían, básicamente y por motivos prácticos y religiosos, sobre el calendario árabe (que era lunar) y sobre astronomía religiosa (determinación de la dirección de la Meca y de las horas de las plegarias islámicas, la aparición de la luna nueva que rige el Ramadán) y poco más. En un principio, pues, como su bagaje científico era insuficiente, tuvieron que asimilar la ciencia latina y visigoda que había en la Península, de escasa calidad y cuantía, a las que sumaron las aportaciones traídas de Oriente. Probablemente muy pronto tuvieron que manejar el cálculo y la geometría para la gestión de heredades, división de las propiedades, etc., para lo que había que emplear el álgebra y las fracciones.
Se sabe que en el s. IX el entonces príncipe ªabderrahmân II estudió con libros importados de Oriente, entre ellos una traducción del Sindhind hindú, pero seguramente también tratados matemáticos; cuando accedió al poder construyó una gran biblioteca. De esta época nos han llegado algunos nombres de científicos, como Muhammad ibn Arqam, ªabd Allâh ibn al xamir (astrólogo) y ªabbâs ibn Firnâs. A este último se le cita como el descubridor en al-Ándalus del proceso de fabricación del vidrio, que puso en práctica en Córdoba. También fue el protagonista de un curioso intento de vuelo, y se afirma que recorrió cierta distancia antes de caer, lo cual resulta bastante inverosímil. Asimismo construyó un planetario para simular el movimiento de los planetas.
Para encontrar los primeros matemáticos de cierta importancia hay que remontarse al s. XI, donde hallamos personajes como al-Muqtadir (Âhmad b. Sulaymân) y su hijo al-Mu'taman (Yûsuf ibn Âhmad), ambos reyes de Zaragoza y entendidos en matemáticas, astronomía, física y filosofía. al-Mu'taman ibn Hûd ideó un gran proyecto que nunca llegó a terminar, cuyo propósito parece que era reunir en una sola obra la sabiduría necesaria para la formación de un matemático-astrónomo. De los dos volúmenes planeados, sólo llegó a escribir uno, el Kitâbu l-Îstikmâl (كِتـَابُ الإسْـتِـكْمَال) que trata sobre las magnitudes racionales, los números, teoría de las formas planas, y geometría de las formas cónicas y esféricas. El segundo volumen que nunca se realizó probablemente iba a estar dedicado a la astronomía, la física, el cálculo, el álgebra, y otras. Esta obra está basada en textos de grandes autores griegos, junto con otros árabes. Otro nombre que ha sobrevivido es el del jiennense Îbn Muªâd al-ÿayyânî, autor de un zîÿ con contenido astrológico. Un acontecimiento que influyó positivamente en la expansión del conocimiento científico que experimentan estos siglos, fue la anexión territorial de al-Ándalus que hicieron los almohades y los almorávides, y que fomentó en gran manera el tránsito de libros y maestros entre el norte de África y la Península, favorecido por estas dinastías.
Otro sabio poco conocido fue Îbn Sayyid (levantino) que cultivó la filosofía y las matemáticas (geometría y aritmética). Algo más conocido, aunque no mucho, fue el zaragozano Îbn Bâÿÿa (Avempace). Célebre filósofo, poeta, músico y letrista, se adentro igualmente en el estudio de la astronomía, la botánica y las matemáticas. Pero el primer personaje verdaderamente importante en el campo de la astronomía (ciencia que en los comienzos del Islam se consideró ilícita) fue Maslamah al-Maÿrî.tî, nacido en Madrid pero instalado en Cordoba (m. 1007/8). Fue el autor de una revisión del zîÿ -tablas astronómicas- de al-Jwârizmî junto con una adaptación al meridiano local de Córdoba y al calendario musulmán, además de algunas obras de matemáticas prácticas y un tratado del astrolabio. También estudió el Almagesto y las tablas de al-Battânî.
Fue el creador de una escuela que produjo importantes discípulos. Cuando los conflictos civiles hicieron tambalearse la unidad de al-Ándalus, estos dejaron Córdoba y se refugiaron en lugares más seguros. Así, Âhmad b. a.s-.Saffâr (m. 1035) se instaló en Denia donde elaboró un tratado sobre el astrolabio que fue muy conocido en Europa gracias a las traducciones latinas; también compuso un zîÿ basado en el Sindhind. Su hermano Muhammad fue un reputado constructor de astrolabios, algunos de los cuales aún se conservan. Otros discípulos fueron Âbû Muslim ibn Jaldûn, al-Kirmânî, Îbn al-Jayyâ.t, y el cordobés Îbn as-Samh (Abulcasim, apodado al-Muhandis -el geómetra), que emigró a Granada, donde redactó unos comentarios a los Elementos de Euclides, e importantes textos sobre el uso del astrolabio y del ecuatorio que fueron copiados y revisados por los astrónomos de Alfonso X e incorporados a los Libros del Saber de Astronomía. Hay otros autores conocidos en este siglo, astrolabistas, como el discípulo de Îbn a.s-.Saffâr llamado Îbn Bargût, o Muhammad ibn Saªîd a.s-.Sabbân que trabajó en Guadalajara (مَدِينـَةُ الفـَرَج / madînatu al-Faraÿ) y del que se conserva un astrolabio. Un discípulo conocido de Îbn as-Samh fue Âbû Marwân b. ªîsa b. an-Nâxî, versado en geometría y aritmética.
Entre los siglos XI y XII vivió ªAbd al-ªAzîz b. Âbî .s-.Salt al-Ándalusîy; nació en Denia pero a los 28 años tuvo que emigrar a Egipto, y luego a Túnez, donde murió. Fue autor de un tratado sobre el ecuatorio, y además de las matemáticas estudió filosofía, medicina, música, etc. También vivió en el s. XI Azarquiel (Âbû Îshâq Îbrâhîm ibn Yahyà an-Naqqâx ibn az-Zarqiyâl -o az-Zarqâla o az-Zarqâlluh / m. 1100). Está considerado el mejor astrónomo andalusí, y un magnífico artesano, de ahí el apodo: el grabador (النَـقـَّاش / an-naqqâx). Había adquirido gran fama en Toledo por los instrumentos que hacía (sus relojes eran muy valorados). Pero pronto demostró su capacidad superando a los mismos sabios toledanos para los que trabajaba, y se convirtió en su director. Realizó observaciones del Sol durante 25 años, y de la Luna durante más de treinta. Fue el autor de los cánones -instrucciones de uso- de las famosas Tablas toledanas, además de adaptarlas al meridiano de Toledo y realizar otras correciones. Más tarde serían la clave para la elaboración de las Tablas alfonsíes, las más conocidas en el Medievo. Fue el creador de un instrumento universal llamado azafea (الصَفِحَة / a.s-.safîhaä), del que hay dos tipos: uno llamado zarqâliyyaä (زَرْـقـَالِـيّـَة) y otro xakkâziyyaä (شَكّـَازِـيّـَة). En el tercer cuarto del s. XI emigró a Córdoba.
Entre los científicos del grupo toledano se halla Âbû Marwân al-Îstiÿî, autor de un tratado llamado Epístola sobre el acceso y el receso (رِسـَالـَةُ اإقـْبَالِ وَالإدْبَار / Risâlatu l-Îqbâli wal-Îdbâr), Îbrâhîm (o Muhammad) ibn Saªîd as-Sahlî del que se conservan dos astrolabios, ªAlî ibn Jalaf -inventor de un instrumento llamado "lámina universal", y el mismo cadí de Toledo Âbû al-Qâsim ibn .Sâªid (m. 1070). A partir del s. XII la actividad matemática y astronómica decae enormemente. Entre los autores que encontramos en este siglo están el sevillano Îbn al-Hâ'im al-Îxbîlîy y al-Kammâd, autores ambos de tablas astronómicas; Îbn Masªûd realizó un tratado de trigonometría e Îbn ÿabr una obra astronómica. En el siglo XIII nos encontramos con el sevillano Muhammad b. Fattûh al-Hamâ'irî, autor de dos azafeas. A caballo entre los siglos XIII y XIV vivió el levantino Muhammad ibn ar-Raqqâm, geómetra, astrónomo y médico. Tuvo que emigrar a Túnez, y luego regresó y ejerció la medicina en Granada (m. 1315). Es autor de un tratado de gnomónica denominado Epístola sobre la ciencia de las sombras (رِسـَالـَةُ فِي عِـلـْمِ الظِلـَال / Risâlatu fî ªilmi .z-.zilâl) en el que explica como construir todos los tipos de relojes solares conocidos, mediante la técnica del Analema. También elaboró unas tablas astronómicas.
Entrando en el s. XIV casi toda la actividad científica se encuentra muy menguada y centrada en el reino de Granada, con especialistas que se desplazan de unos lugares a otros de la Península, para escapar del peligro o para encontrar mejor acomodo. Debido a su precariedad y aislamiento, de nuevo se reforzaron las relaciones con los reinos norteafricanos y se buscó su apoyo, a la vez que los emigrantes que se instalaban definitivamente en Africa hacían adelantar a sus sociedades, más atrasadas. Ahora encontramos por primera vez testimoniado en al-Ándalus el oficio del astrónomo asociado a la mezquita, muwaqqit (pl. muwaqqitûn), en las personas de Âbû ªAlî l-Hasan b. Muhammad (m. 1316) y de su hijo Âbû ÿaªfar Âhmad b. al-Hasan (m. 1309). El primero era además jefe de los "calculadores de la hora" e inventor, y el segundo un buen artesano y constructor de instrumentos (se han conservado varios astrolabios suyos muy bien ejecutados), que superó a otros especialistas anteriores, como el cordobés Îbn a.s-.Saffâr y el sevillano al-Hamâ'irî. Podríamos citar aún un buen número de matemáticos y astrónomos conocidos de la última etapa de la existencia del reino de Granada, pero no lo vamos a hacer porque no supusieron ya grandes avances ni invenciones a lo que hasta aquí hemos contado.
Sin embargo vamos aún a añadir algunos apuntes sobre una actividad que no hemos tocado, y que fue la punta de lanza de la tecnología andalusí: nos referimos a los automatismos, máquinas e inventos de lujo, de los que no han quedado más que algunos restos de manuscritos o traducciones, y noticias fidedignas de su existencia. Un ejemplo de esto podrian ser las dos clepsidras (relojes de agua) que construyó Azarquiel en las orillas del río Tajo. Además de indicar el transcurso de las horas, indicaban las fases lunares; los contenedores del agua se vaciaban y llenaban a velocidad invariable, y aunque se desestabilizara su funcionamiento sustrayendo o agregando agua, el equilibrio se restablecía automáticamente. Uno de los pocos tratados conservados (muy mal conservados por desgracia) es el de Îbn Jalaf al-Murâdî (s. XI). En el se describen complicados juguetes autómatas, y relojes que funcionan también mediante autómatas; también hay complejas máquinas militares con artilugios móviles o desplegables, contrapesos y engranajes, máquinas hidráulicas para subir el agua de los pozos, e incluso un cuadrante solar universal. Las huellas de este tipo de artilugios árabes los podemos ver también en los Libros del Saber de Astronomía, donde se describen una clepsidra, un reloj de fuego y otro mecánico, que debieron de estar copiados o inspirados en fuentes árabes.
PRIMERA PARTE DEL ARTÍCULO: ORÍGENES Y DESARROLLO DE LA CIENCIA ANDALUSÍ