Las élites que promovieron la expansión musulmana tuvieron un mérito indudable y objetivo, y fue el de recoger los conocimientos de las primeras civilizaciones humanas (casi perdidos en la Alta Edad Media) y estudiarlos, revisarlos,ampliarlos y aplicarlos. Y el papel desempeñado por al-Ándalus fue clave, ya que además de tener un papel principal en esta labor, sirvió de puente y permitió la circulación de toda esta sabiduría actualizada y acumulada en el Oriente Islámico, en muy poco tiempo, hacia una Europa que empezaba a deshacerse del yugo de la religión y de un modelo de sociedad que ahogaba al individuo. Es probable que sin esta correa de transmisión la mayor parte de la ciencia musulmana se hubiera perdido con la extinción del Imperio, sin haber podido llegar a Europa.
Pero el caso es que llegó, medio chamuscada por las hogueras eclesiásticas, y sus efectos fueron rápidos y evidentes en unos casos, y más sútiles y lentos en otros. A continuación exponemos los principales.
Hablando de filosofía, y para señalar el grado de ignorancia al que se había llegado, baste decir que el conocimiento de los textos griegos lo alcanzaron a través de esta difusión, proveniente de filósofos orientales como al-Kindî y al-Fârâbî. Desde Siria llegó importado el pensamiento de Avicena, un aristotélico con influencias neoplatónicas. Y nacido en tierras andalusíes y considerado ímpio por sus correligionarios, Averroes llegó a alcanzar tal conocimiento sobre Aristóteles, que sus comentarios y obras fueron consideradas indiscutibles (de ahí el apodo de Comentador) y ensalzadas, llegando su influencia a muchos intelectuales incluso de los s. XVII y XVIII. Los judíos formados a la sombra de la cultura andalusí no les iban a la zaga, como Avicebrón, y Maimónides tuvo una gran influencia sobre los cristianos en cuestiones de teología racional.
Aunque muchas de estas traducciones fueran imperfectas o incompletas, su llegada a puntos neurálgicos tales como Oxford, París, etc, tuvo como resultado el estudio masivo en las universidades europeas, y la emersión filosófica del s. XIII y posteriores, que fue alejando la metafísica especulativa y el dogmatismo de la revelación predominante en la mentalidad de la época, hacia un pensamiento más racional, lógico, realista e individualista.
En medicina, el Canon de Avicena sirvió de fundamento a la enseñanza y ejercicio médicos durante siglos en Europa. Los árabes, aunque compartían el modelo vigente en Occidente, muy pronto basaron sus métodos en las observaciones directas, apartando todos los elementos que contradecían a la realidad observada, y así consiguieron acercar la medicina a una ciencia más experimental y exacta que teóríca o basada en creencias irracionales o supersticiosas. Esto produjo estudios originales y grandes avances, por ejemplo, en oftalmología, epidemiología, cirugía, etc, que luego fueron llevados a Europa en traducciones latinas. Podemos citar algunos autores árabes y las traducciones latinas de sus obras: de al-Râzî -Rhazes- fue conocida De Variolis, obra que se ocupaba de la viruela y la erisipela; la obra enciclopédica de Abulcasis, traducida por Gerardo de Cremona, fue profusamente empleada y exaltada, y dio fama a la cirugía árabe; Paravicini tradujo en 1280 el Taysîr de Avenzoar que igualmente fue muy reputado; el Colliget fue una traducción al latín de Bonacosa -1255- de El libro de generalidades de Medicina, obra de Averroes; y muchas más.
Las matemáticas recibieron un impulso impresionante gracias a las traducciones de obras de grandes sabios orientales como al-Jwârizmî. Esta página explica magnificamente sus aportaciones, importantísimas. La asimilación de este legado sirvió para formar las nuevas hornadas de matemáticos europeos, como Leonardo Pisano, Juan Campano, Jordano Nemorario y Juan de Sacrobosco, y otros posteriores.
En astronomía, Alfonso X promovió el trabajo de un equipo de traductores y científicos que elaboraron una obra enciclopédica astronómica y astrológica, entre la que hallamos los famosos Libros del Saber de Astronomía, trabajando en Toledo -en los palacios de Galiana a orillas del Tajo- y en Burgos, y además patrocinó un plan de observaciones que duró una década y cuyos resultados quedaron plasmados en las Tablas Alfonsíes. Estas tablas necesitaron 4 años de preparación y un gasto de 40.000 ducados de oro; se publicaron por vez primera en 1453 en Venecia, y fueron muy usadas en Europa, sufriendo multitud de adaptaciones y publicaciones, y se mantuvieron en uso al menos hasta el s. XVI. Aunque estas obras supusieron el despegue de una astronomía propiamente europea, los materiales usados provienen de fuentes andalusíes en su mayoría, y muchos de los traductores y sabios que intervinieron debían asimismo sus conocimientos a la herencia hispanoárabe.
Los avances conjuntos de las matemáticas y la astronomía hicieron aparecer entre los siglos XV y XVI una serie de grandes figuras eruditas que revolucionaron el modelo que se tenía sobre el Universo, geocéntrico, por el heliocéntrico, además de lograr adelantos espectaculares. Las principales eminencias fueron: Jorge de Purbach, Regiomontano (Juan Müller), Nicolas Copérnico, Erasmo Reinhold -autor de unas tablas astronómicas que, junto a las posteriores de Kepler, desplazaron a las alfonsinas-, Pedro Felipe Apiano (Bienewitz), y sobre todo Tycho Brahe, Kepler y Galileo.
En físico-química aportaron estudios sobre nuevas disciplinas, como la Óptica, sobre todo gracias al científico egipcio al-Hazen (965-1038), que explicó la estructura y anatomía del ojo y sus reacciones ante la luz, así como el fenómeno de la refracción. Más tarde al-Farisi amplió esta obra, y traducida al latín influiría en los científicos occidentales, como Roberto de Grosseteste y Rogerio Bacon en Oxford, y otros muchos. Podemos citar algunos expertos andalusíes que conocían bien los clásicos antiguos, como Alcoati -al-Qû.tî-, un verdadero especialista que enseñaba en Toledo a multitud de médicos que acudían a él, y cuya obra fue traducida al latín con el nombre de Congretatio sive Liber de oculis, en torno al año 1160. Y es muy destacable al-Gâfîqî, autor de una "guía del oftalmólogo" (كِتـَابُ المُرْشِدِ فِـي الكُحَّال / kitâbu l-murxidi fî l-kuhhâl) que seguro que también siguió el camino de las traducciones.
La alquimia (القـِـيـمِـيَاء / al-quîmiyâ'), aunque en principio nació con unas intenciones tan fantasiosas e irreales como la obtención de la piedra filosofal, el elixir de la eterna juventud y la transmutación de los metales en oro, terminó desembocando en los primeros ensayos y operaciones de lo que luego sería la química. Así fueron descubiertos alcoholes, ácidos, sales, etc, y se experimentó e investigó con ellos y con otros muchos simples y compuestos, procesos tales como la destilación, la calcinación, la extracción, etc. Introducida en al-Ándalus en el s. X, era desconocida en Occidente, hasta que las traducciones la incorporaron en el s. XII.
Y hemos dejado para lo último quizás el aspecto que más claramente demuestra que quienes más a mano tenían las fuentes del saber árabe, estaban en clara ventaja respecto a los demás. Nos referimos a las grandes travesías transatlánticas, iniciadas por españoles y portugueses, no por casualidad, sino porque poseían mejores medios técnicos y conocimientos para lanzarse a semejantes hazañas. Los árabes conocían la brújula desde el s. IX -y la empleaban seguro desde el XI-, y tenían astrolabios y cuadrantes náuticos (para obtener la altura de un astro), tablas astronómicas y almanaques (sabiendo la declinación de un astro en una fecha, y con la altura meridiana, obtenían la latitud) y ampolletas náuticas (con las que medían el tiempo transcurrido y calculaban las distancias recorridas), etc, así que los marinos de la Península se encontraron los útiles adecuados para navegar en alta mar con cierta garantía antes que sus vecinos de otros paises. A todo esto hay que añadir que los árabes fueron los inspiradores de un sistema cartográfico moderno, basado en una representación realista de las costas, debido a dos causas esenciales: una, la recuperación de la Geografía de Ptolomeo, basada en la determinación de las coordenadas geográficas de los lugares, opuestamente a los mapas existentes en la época latina y visigoda, que eran esquemas simples casi infantiles, que no guardaban ninguna relación con las formas reales; y dos porque las naves musulmanas recorrieron el Mediterráneo y los océanos Indico y Atlántico, con lo cual llegaron a perfilar y conocer bastante bien las formas de las costas y los territorios.
Todo lo mencionado hasta ahora, y muchísimo más, estudiado, conservado y ampliado de forma enciclopédica gracias al mecenazgo de soberanos como Alfonso X en España, y Federico II en Sicilia, y a la vez por sabios y eruditos que tuvieron que luchar contra los poderes avasalladores de un periodo histórico dominado por la intransigencia religiosa y unas condiciones de vida durísimas, facilitaron, no sólo los medios y los saberes necesarios para emprender los descubrimientos de nuevas rutas oceánicas y nuevos mundos y continentes, ampliando así los horizontes terrestres del mundo conocido, sino lo que fue aún más importante, permitió al hombre ensanchar sus horizontes de libertad, y su capacidad para elegir con mayor libertad su propio destino, y su modo de vivir y pensar.
PRIMERA PARTE DEL ARTÍCULO: TRANSMISIÓN DE LOS SABERES A EUROPA
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