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Apuntes sobre historia de la Gnomónica





Epigrafías e inscripciones latinas, griegas, árabes, hebreas, sánscrito, jeroglíficos, etc.

La Gnomónica es la ciencia o el arte de diseñar y construir relojes de sol. Se ha especulado para intentar situar su origen en un periodo histórico concreto o atribuirlo a una civilización en particular, pero si fueron los chinos, o los babilonios, o los egipcios o los griegos, a mi entender esto no tiene demasiada importancia, mayormente porque aquellos primeros descubrimientos, experimentos e inventos, estaban muy lejos de ser verdaderos relojes de sol. En todo caso, la primera civilización de la que se tiene certeza que se preocupó de estudiar y desarrollar un gran número de tipos de cuadrantes solares fueron los griegos, en los siglos previos al nacimiento de Cristo, así que con justicia podemos considerarlos los padres de la criatura. Constancia de ello dejó el arquitecto romano Vitrubio -s. I  a. C.- en su obra Sobre la arquitectura, donde menciona alrededor de una docena de relojes que eran usados normalmente por los romanos, y sabemos que éstos los copiaron de los griegos.

Los romanos no hicieron progresos en esta materia, y con el derrumbe de su Imperio y la llegada masiva de las hordas bárbaras que se asentaron en todo el continente europeo y lo arruinaron, hubo unos siglos en que los pueblos bastante tenían con intentar sobrevivir, y los estudios o avances sobre gnomónica y sobre las demás ciencias brillaron por su ausencia hasta que, en los inicios de la Alta Edad Media, se produjo una tímida y lenta -pero imparable- reanudación de las actividades intelectuales y científicas.

Es curioso que la gnomónica fuera retomada simultáneamente por dos culturas tan distintas e incluso antagónicas como la islámica y la cristiana, y que aunque las bases de estudio de ambas fueran las helenísticas, sus caminos de investigación y desarrollo fueron muy distintos y casi independientes, pero existiendo un paralelismo claro en la causas generadoras de este interés: el fervor religioso impulsó a ambas civilizaciones a buscar medios fiables y seguros para dividir el día y organizar los momentos fijados para la oración, para el trabajo, para el descanso, para el estudio, etc, que tenían establecidos de forma más o menos rigurosa según la orden monástica o la escuela islámica de la que se tratase.

Concretando más puede decirse que en el s. VI se fundó en Italia la orden de san Benito, y que el anhelo de los clérigos por cumplir fielmente las horas fijadas en su Regla para cada actividad diaría, los impulsó al estudio de la gnomónica. Esta práctica se fue extendiendo progresivamente al resto de la Europa cristiana, transmitida por los monjes, que fueron los principales cultivadores de este saber. Respecto al Islam, surgido en Oriente en el s. VII, ya en el VIII se habían definido los momentos de los rezos en función de la medida de la sombra proyectada por un objeto o gnomon. También el deseo de los musulmanes de cumplir con fidelidad los designios divinos sirvió de estímulo para el estudio de la gnomónica, aunque en este caso el movimiento científico e intelectual no se limitó a un motivo religioso ni gnomónico, sino a un interés mucho más amplio por las ciencias, lo que dio clara ventaja a los musulmanes sobre los cristianos. También los impulsores de las ciencias fueron las élites cultas e incluso los mandatarios, además de los dirigentes religiosos y los astrónomos adscritos a las mezquitas.

Los relojes empezaron a aparecer en las portadas de las edificaciones cristianas europeas desde el s. VIII, y eran casi siempre verticales construidos para marcar las horas temporales (canónicas). Entre los siglos IX y XI encontramos relojes horizontales musulmanes en al-Ándalus que también estaban hechos para indicarlas horas temporales, pero a diferencia de los cristianos, tenían líneas especiales para los momentos de los rezos islámicos y la dirección de La Meca. Pero es bien sabido que los relojes construidos en estos primeros siglos de la historia gnomónica eran bastante rudimentarios e imperfectos, gracias a las quejas que nos dejaron autores antiguos como mi paisano Séneca (54 a. C. - 39 d. C): "Facílius inter philósophos quam inter horologia conveniet" / "Es más fácil poner de acuerdo a los filósofos que a los relojes" (Apolocyntosis, 2, 3). Y el mismísimo Alfonso X, nada menos que en el s. XII, tuvo que encargar sus famosos relogios a causa de las inexactitudes que observaba en los relojes que tenía a su disposición, errores que al parecer le causaban algo más que disgusto.

A partir de aquí casi todo el protagonismo se desplaza hacia Italia. A inicios del s. XI se empiezan a construir en las catedrales italianas relojes horizontales cuyas líneas eran recorridas por los rayos solares que penetraban por los agujeros realizados en las bóvedas. Hacia el s. XIII se producen importantes innovaciones: llegada a Europa del gnomon de eje polar, inventado por los árabes mucho antes, y con él las horas iguales; y al mismo tiempo se fabrican los primeros relojes mecánicos, aún muy defectuosos y dependientes de los relojes solares para su control. En los muros de los edificios empiezan a elaborarse relojes de tipos muy variados mediante la técnica pictórica del fresco, en pleno auge en el s. XV.

En el Renacimiento se desarrollan los métodos geométricos de trazado, que suponen un claro retraso respecto al sistema trigonométrico usado por los árabes ya en el s. VIII. En los siglos siguientes iría llegando el inexorable perfeccionamiento de los relojes mecánicos y la diversificación de los tipos de horarios; y una producción generalizada de todo tipo de relojes, tanto de sol -fijos y portátiles-, como de arena, de agua, de engranajes y de otros tipos, que cada vez indicaban mejor las horas. En el s. XVII surgió el reloj de péndulo. Es necesario esperar hasta el s. XVIII para que entren en juego la geometría analítica y la trigonometría para el trazado de los cuadrantes solares, con lo cual la gnomónica fue adquiriendo mayor posición entre las ciencias y logró ocupar ocasionales y pequeñas parcelas en la enseñanza universitaria y en el tiempo y las ocupaciones de importantes personajes, pero siempre como actividad minoritaria y mortecina.

En el s. XIX la política toma las riendas del Tiempo e incorpora la ficción del tiempo medio para regir la vida civil. Se realizaron cuadrantes solares que incluían una lemniscata o analema para poder marcar este nuevo tiempo, pero más como curiosidad que como necesidad. Y para rematar, los adelantos de la mecánica y de la electrónica y la proliferación de los medios de comunicación hicieron entrar a la gnomónica en un estado comatoso en el s. XX que casi la hace desaparecer. La causa es evidente: los relojes de sol perdieron su utilidad y no tenían ya cabida en el mundo moderno. O eso parecía, ya que en las dos últimas décadas se viene observando una incipiente reactivación, aunque tan insignificante que apenas traspasa los círculos de los aficionados.



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